29.3.11

Dos folios y medio sobre la comedia

Nuestro querido Guionista Hastiado escribía un breve post sobre el humor y adjuntaba un enlace a este interesante programa de la 2 en el que se habla sobre el humor de un modo casi sesudo. Como dice Hastiado, se agradece mucho que un asunto aparentemente tan leve se trate, por una vez, de modo algo profundo.

A continuación, voy a hacer justo lo contrario.

Sí. No tengo ni la capacidad ni el tiempo necesarios para hacer un estudio serio sobre el humor. Sólo puedo mencionar algunas de mis ideas sobre lo que es “gracioso” y lo que no lo es. Están desordenadas y posiblemente se solapen en varios momentos, pero... estoy en la cocina, es un domingo a la una y media del mediodía, tengo el estómago lleno de café torrefacto y esto es lo mejor que se puede sacar de mí.

- Lo gracioso suele ser sorprendente (e inconveniente). Y la gracia suele ser proporcional a la capacidad de sorpresa (e inconveniencia). En "Misterioso Asesinato en Manhattan" Los personajes interpretados por Woody Allen y Diane Keaton acuden a ver a una mujer con la que tienen una cita. Llevan un regalo para ella. La encuentran muerta. Woody, asustado, reacciona proponiéndole a Keaton que le dejen el regalo bajo el brazo inerte y se marchen. Explicado no suena muy gracioso. Visto, sí lo es. No es exactamente la actitud esperable de una persona razonable. ¿Qué haría alguien normal en tal caso? Dejaría el regalo sobre la cama. Tomaría las constantes vitales al cadáver. Llamaría a la policía o los servicios de emergencia. Esperaría la llegada de las autoridades. Daría una fiel versión de los hechos. Es decir; todo sería un coñazo. Cuando la sensatez entra por la puerta, el humor salta por la ventana.


- Lo malo es gracioso. Lo bueno no. Siempre lo he sospechado, pero he sido más consciente últimamente. Puedo hacer dos millones de chistes sobre establecimientos de pizza barata. Ni uno sólo sobre una buena ensalada de rúcula con tomates cherry. Uno no se ríe de las cosas que realmente le gustan o de las personas a las que verdaderamente admira. Eso sí, puedo hacer chistes sobre gente obsesionada con comer sólo ensalada de rúcula. Gente que enferma cuando se entera de que el tomate cherry que acaba de ingerir no procede de una granja de agricultura ecológica. Pero eso ya es algo malo: una persona obsesionada. Maniática de lo supuestamente sano.

- La gente con sentido del humor, en general, no cree demasiado firmemente en nada. Bueno, habitualmente cree en que el mundo es un barco sin rumbo, un bote a punto de hundirse… del que, de todos modos, no suele querer saltar. Me refiero a que la firme adscripción a ideas políticas, religiosas, etc. suele ser incompatible con la comedia. Nada más opuesto que la épica y la comedia. En la épica los personajes suelen estar dispuestos a matar y morir por una idea. En la comedia, los personajes suelen renunciar a cualquier idea para poder sobrevivir. Acabo de ver Falstaff en el teatro Valle Inclán de Madrid. Ahí, el gordo personaje de Shakespeare, sobrevive haciéndose el muerto en el campo de batalla. Se ríe de los que han muerto realmente. ¿Qué mejor ejemplo de la vida que el fingirse muerto para seguir viviendo después de la batalla?


- Lo gracioso puede ser ofensivo. Hace unos años me disfracé de vendedor callejero de rosas. Llegué a la fiesta, con la cara un poco maquillada de oscuro, un falso bigote, unos cuantos ramos de rosas y fui ofreciéndolos a las invitadas, imagino que fingiendo algún acento. Unos días más tarde me enteré de que algunas personas habían encontrado mi disfraz bastante ofensivo. Opinaron que era algo racista, o que me reía de un grupo marginado. Desde luego, no eran esas mis intenciones, pero esa opinión me dejó algo tocado. A día de hoy, no tengo claro si aquél disfraz fue un acierto o no. Por una parte, sé que la ofensa está más en los ojos o en la mente del que la siente que en el propio acto… pero también sé que se puede ser gracioso sin ofender a nadie. La Disney lleva décadas viviendo de ello. Sin embargo, ¿tiene que ser todo el humor así de blanco? ¿No es como si le pidiéramos a todas las películas que acabaran bien, como si en ninguna de ellas hubiera sangre?

- Sin embargo, no todo lo ofensivo es gracioso. Creo que recientemente algunos cómicos adoptan la postura contraria. Sobre todo en programas de televisión, me da la impresión de que los guionistas y reporteros se empeñan en buscar la frase hiriente, el comentario agresivo contra un entrevistado, esperando que de esa situación surja la comicidad. Muchas veces la frase no resulta graciosa y el resultado para el espectador (al menos para mí) es que acaba siendo testigo de una escena vergonzante y tensa en la que empatiza con el entrevistado, que trata de reaccionar a la agresión con un máximo de educación e ingenio. Ser borde o ser "políticamente incorrecto" no siempre es gracioso. A veces, simplemente uno queda como un idiota.

- Dice un personaje de Woody Allen que “La comedia es tragedia más tiempo”. Ok, pero… ¿cuánto tiempo? En su momento fue muy doloroso que me dejara aquella novia. Luego hice este corto sobre aquello. Había pasado el tiempo necesario como para poder reírme de ello, pero no el suficiente para poder olvidar el dolor que aquello me produjo y poder inventar escenas sobre el asunto. En este caso no hay problema: las bromas iban sobre mí (mi personaje) y mis relaciones. Pero… ¿y cuando se habla de un accidente aéreo real, del problema de faldas de una famosa o de una catástrofe nuclear con cientos de víctimas? ¿Cuánto tiempo debe esperarse para hacer una broma? ¿Quién decide el plazo y el tipo de broma? ¿Quién puede hacerlas? ¿Hay personas más “autorizadas” que otras? ¿Puede un judío hacer chistes sobre el Holocausto que le están vetados a un “gentil”? ¿Debemos saber la religión del “humorista” antes de reírnos o, por el contrario, censurar su chiste? Siempre habrá una persona para la que cualquier broma sobre la pederastia le resulte ofensiva. ¿Es esa persona la que debe decidir el momento en el que se puede hacer un chiste y cómo debe formularse este?


- "La comedia es tragedia más tiempo". Ok, pero... ¿cuánta tragedia? ¿Cuánto dolor se puede mostrar si uno quiere seguir siendo gracioso? ¿Cómo medirlo? Como ya comenté en este post, en su sesión sobre la comedia, Robert McKee contó que Charles Crichton, el director de “Un pez llamado Wanda” rodó dos versiones de un plano en el que un bloque de hormigón aplastaba a un perro. La primera toma incluía sangre y vísceras. La segunda no: sólo se veía la correa del perro, que acababa donde empezaba el bloque. Mostró al público las dos versiones. La versión “blanca” provocaba un montón de risas. La de la sangre, ni una sola. Mostraba demasiado explícitamente el dolor. Como ya escribí en este post, si hay sangre es difícil que haya risas. Es una muestra inequívoca de dolor. Un personaje cabizbajo muestra tristeza, pero puede ser cómico. Un personaje al borde del suicidio también puede ser cómico si está a punto de tirarse por la ventana o poniéndose una soga al cuello. Si toma una cuchilla para cortarse las venas es más difícil que uno se ría. Nos acercamos a un campo llamado "verdad" y, para entonces, es muy posible que parte de nuestro público considere que aquello ha dejado de ser cómico.


- Sin embargo, la mejor comedia reciente trata de acercarse a esa frontera. Durante un tiempo se dijo que, mientras el drama televisivo estaba progresando espectacularmente, la comedia parecía anclada en el formato de sitcom y risas enlatadas. Sin embargo, en los últimos años, gracias a Seinfeld, Larry David, Ricky Gervais, Baron Cohen y muchos otros, la comedia ha ido entrando en un terreno posiblemente más interesante pero también más exigente. Las formas técnicas (grabación supuestamente más realista, casi documental, eliminación progresiva de las risas enlatadas, localizaciones naturales) y también la escritura (casi desaparición del “gag” puro, reducción de las tramas a su mínima expresión) han ido llevando a estas nuevas comedias a un terreno intermedio, agridulce, que provoca una mezcla más amarga pero también menos artificial que las de las comedias que estábamos acostumbrados a ver. Muchos espectadores encuentran en ellas más dolor del que esperan de una comedia.

Ok, esto es todo por ahora. Llega la hora de quitarse el pijama y de salir de la cocina. Si os interesa, trataré de escribir un poquito más sobre este asunto en el futuro.

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22.3.11

Rodando

Tengo una caja de 25 dormidinas en la mesilla de la derecha. Y una en mi cuerpo. Ahora, mientras escribo esto, la imagino, azul pastel, descendiendo por mi esófago. Aposentándose en mi estómago. Empezando a hacer lo que hagan los antihistamínicos cuando se aposentan en el estómago de un tipo que teclea en un portátil, a las 9:36 de la mañana, sentado en su cama. Tal vez su efecto sea instantáneo y el tipo no pueda llegar a completar este post. Ójala.

Con el post incompleto, el tipo faltaría a su cita del lunes en Bloguionistas. Pero sería capaz de dormir, por fin, más de cinco horas en una noche.

El tipo siente que un dedo duro le presiona los ojos, hacia el fondo, hacia la calavera.

El tipo siente que la frase anterior le ha quedado algo tremendista. Como arrancada de los apocalípticos diarios de rodaje de Álex de la Iglesia.

Arrepentido, decide aligerar el tono. Volver a la primera persona puede ayudar.

Como ya os conté en algunos posts anteriores, estoy empezando el rodaje de algo que será un pequeño largometraje.

Las cosas van bien. Muy bien.

Bárbara Santa - Cruz ha grabado ya casi todas sus escenas. En cuanto nos ha abrazado para despedirse la hemos empezado a echar de menos. Se la recomendaría a cualquier director que busque a una actriz inteligente, divertida, profesional y muy paciente. Quien busque a una diva caprichosa puede dirigirse a otra.

Más o menos, vamos cumpliendo el plan previsto. Algunas secuencias han cobrado vida en el rodaje. Otras, en cambio, se han revelado, como el ratón muerto que siempre fueron. Lo colocas sobre la mesa de disección y, simplemente, lamentas no haberte dado cuenta de que ese corazón nunca ha latido. Que hubieras hecho un favor a mucha gente dándote cuenta de esto antes. Supongo que esa es una de las lecciones que un guionista puede sacar de un rodaje: lo que no funciona en guión, no funciona en la película. Y, con lo que cuesta grabarlo, merece mucho la pena auscultar antes el corazón de cada una de las secuencias. Sólo si hay algo que late ahí abajo, sólo entonces, merece la pena rodarla.

Acabo de bostezar. Tal vez llegue el sueño, por fin.Voy a abrirle la puerta. Os dejo.

Hasta el próximo lunes.

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15.3.11

Entre pelusas

Escribo esto desde el suelo de mi casa. El ordenador también está en el suelo. Igual que casi todos mis libros, rodeados de pelusas que han aparecido al mover algunos muebles. Otros muebles todavía siguen en su sitio. Pocos. Las estanterías pronto irán a la terraza, cubiertas de plástico. Los chicos de Arte consideran que son horribles, grandes y pesadas. A partir de ahora las miraré de otra manera. A los de Arte también.

A los de Arte les gustan mis vinilos. Quieren unas cuantas portadas bien a la vista. El LP de Marvin Gaye, el de Kraftwerk, el de Magical Mistery Tour... Las lámparas de IKEA no molan. Pues tengo dos iguales...

Fuera: te destrozan el decorado.

Joder.

Una alfombra, unos cojines, aquí el tocadiscos...

Así los tendría este personaje.

Joder, yo lo he escrito. Lo voy a interpretar. Y dirigir. Pero no sé cómo coño tendría los libros. Ni los discos.

Hace unos meses escribí un post sobre un aspecto interesante de la relación entre el texto literario y el cine. Venía a decir que la imagen da mucha más información que la palabra... pero a la vez da mucha menos. Es decir, una descripción puede indicar "Fuera caía una terrible tormenta. Truenos y relámpagos. De pronto, alguien llamó a la puerta. Ella se asustó al escuchar aquellos golpes, que sonaban como aldabonazos sobre un ataúd de madera."

En este ejemplo que me acabo de inventar (no busquéis la novela de la que viene), una imagen dará más información visual y sonora sobre la tormenta. Escucharemos cada gota de agua. También veremos el perfil de la casa que se ilumina con cada relámpago y podremos decir si tiene un tejado a dos aguas o no. Veremos que hay una teja rota y que el canalón que baja por la pared está visiblemente oxidado. Veremos la mano que llama a la puerta ¿Parece de mujer? ¿Lleva un guante? O veremos el salón en el que retumban los aldabonazos y la delicada puntilla que adorna la cómoda del recibidor. Veremos a la chica que se estremece en el sillón de cuero. Veremos su peinado, su vestido, los restos de una lamentable operación de cirugía estética que ha sufrido la actriz.

En cambio, por bueno que sea el sonidista, por buena que sea la mezcla, casi ningún espectador llegará a imaginar que los golpes en la puerta suenan como aldabonazos sobre un ataúd de madera. Muchos verán incluso a la chica mirar hacia la puerta pero... ni siquiera sacarán en claro que está asustada. A veces, parece que el lenguaje tiene la capacidad de generar imágenes... pero que la imagen es capaz de crear sensaciones y ambientes, pero no palabras o conceptos indudables.

Ahora, con los de Arte, trato de imaginar todo lo que no está escrito. Todo lo que quedó en off cuando escribí el guión. Si repasara la última versión creo que no encontraría más de un párrafo dedicado a describir la casa del protagonista. De esas escasas frases y, sobre todo, de las características de la persona que vive en esta localización, los de Arte deducen un monton de información que nosotros los guionistas no podemos (ni debemos) incluir en nuestro trabajo.

Muchas veces los guionistas pensamos que todo está en el guión. Y es así. Pero... ¡qué difícil es leerlo bien!


Desde el suelo de mi salón, preguntádome qué pensarán los chicos de Arte sobre ese póster del fondo, el de la mujer del pelo recogido, ya a punto de empezar una semana de este rodaje intermitente, os pido perdón por estos posts tan egocéntricos, pero me temo que durante una o dos semanas será lo único que pueda contaros. Espero que os interese y pueda resultaros útil.

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8.3.11

Análisis de guiones: El discurso del Rey (spoilers)


"El discurso del Rey" ha sido la gran triunfadora este año en los Oscars, llevándose los premios más importantes. Siguiendo el modelo de otros posts, voy a hacer un pequeño análisis de su guión.

A partir de aquí, todo está lleno de spoilers.

Si sigues leyendo, te la juegas.

Breve resumen:

Jorge, duque de York, que está aquejado de una severa tartamudez, trata de superarla, con ayuda de un logopeda, mientras los acontecimientos le llevan al trono del Reino Unido y se avecina la Segunda Guerra Mundial.

Protagonista:

Jorge, duque de York.

Antagonista:

La tartamudez

Aliados:

Lionel Logue, logopeda

Isabel, duquesa de York

Empleados, primeros ministros, políticos (Churchill, Chamberlain, Baldwin…)

Obstáculos:

Edward, hermano de Jorge,

Jorge V, padre de Jorge,

Abad de Westminster

Objetivo del protagonista: superar su tartamudez, poder ejercer con aplomo el liderazgo de su país.


Pequeño análisis de la estructura:

Detonante: Jorge, duque de York, trata de dar un discurso para clausurar la Exposición Universal. Absoluto fracaso. (Minuto 1)

Primer acto:

Jorge se trata con malos logopedas. Su mujer localiza a Lionel Logue, un tipo más excéntrico. Jorge acude a él pero… su métodos le espantan. Logue le entrega un disco que ha grabado usando un truco.

Primer punto de giro: Jorge escucha el disco que Logue ha grabado y… descubre que los métodos del logopeda pueden funcionar. Por fin, se abre cierta esperanza para él. (Minuto 35)


Segundo acto:

Jorge es tratado por Logue, con métodos poco convencionales. Poco a poco, se van encontrando algunos motivos psicológicos a su tartamudez: bloqueo ante figuras críticas, educación muy severa…

La muerte de su padre lleva a Edward, hermano mayor de Jorge, al trono. Éste planea casarse con una divorciada. Jorge trata de convencerle de lo contrario.

Humillado por su hermano, que se burla de su tartamudez, Jorge atribuye la culpa de su fracaso a Logue y le despide.

Edward abdica antes que dejar a la mujer que ama. Jorge ocupa el trono.

Ahora que ocupa el trono, la presión sobre él es aún mayor. Incapaz de dar un discurso, sufre una gran crisis: cree que no está a la altura de su puesto.

Jorge decide acudir de nuevo a Logue. Éste le ayuda a salir bien librado de su ceremonia de coronación.

Segundo punto de giro: Sin embargo, poco después de coronarse, llega su mayor desafío: el primer ministro Baldwin informa al rey Jorge VI de la inminencia de la guerra contra Alemania (Minuto 92).


Tercer acto:

Inglaterra entra oficialmente en guerra. Es imprescindible que el Rey dirija un discurso animoso y patriótico a sus súbditos. Es su gran desafío.

Climax: Jorge se enfrenta a su gran antagonista, la tartamudez, en un discurso crucial.

Gracias a la ayuda de Logue, pronuncia sin tartamudear el discurso. Es felicitado por todos: ha logrado convertirse en el líder que el país necesitaba. (Minuto 112).

Nota; como siempre, esta es mi propuesta de estructura siguiendo el esquema convencional. El primer acto duraría unos 35 minutos, el segundo, unos 60, el tercero, 20.

Hay otras posibilidades de estructura y estoy seguro de que podéis proponer alguna interesante en la sección de comentarios.

Vamos ahora con mi opinión sobre el guión de esta película. Más subjetiva que lo anterior si cabe.

Mi análisis

El discurso del Rey” narra una pequeña anécdota histórica sucedida en un momento especialmente relevante de la historia reciente. La voz de un rey, como la de cualquier figura política, es su mejor arma para comunicar, convencer y liderar a su pueblo. Un rey que tartamudea puede parecer un líder débil, una figura endeble.

En mi opinión, el gran hallazgo de la película es mostrar que este defecto del habla que en otra persona y/o en otro momento hubiera resultado irrelevante, resultaba de gran importancia para el Rey de Inglaterra, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.

Conocer esta anécdota, investigar sobre ella y decidir escribir una película con una trama aparentemente tan nimia es, en mi opinión, lo mejor del trabajo de guión de “El discurso del Rey”. Por lo que leo en la entrada de la Wikipedia sobre la película, fue David Seidler, que ha obtenido el Oscar al guión original por esta película, quien tuvo la idea inicial de la película, ya que, habiendo sufrido la tartamudez, se sintió especialmente identificado con el problema del monarca. Esto confirma lo que decía Jean Claude Carrière sobre el guionista: "Sucede con bastante frecuencia que un guionista es una persona cultivada. Y tiene razón en serlo, incluso aunque su cultura, adquirida a menudo según el azar de su trabajo, sea dispersa e incompleta".

Pocas veces hacemos hincapié en este blog en que es muy conveniente que las personas que quieran escribir guiones, se interesen en algo más que la televisión o el cine. Tener afición por la Historia, la Ciencia, la Política, la Pintura, la Jardinería o la Geografía puede ayudarnos a encontrar anécdotas que nos resulten personalmente interesantes y que sean desconocidas por el gran público, anécdotas que podamos contar con nuestras armas de guionista.


Otro de los puntos fuertes de la película es, en mi opinión, lo interesante que resulta el conflicto con Edward, heredero del trono. Su historia de amor con una divorciada, amor que le lleva incluso a abdicar, podría invitar a hacer un retrato amable y romántico del hermano mayor del protagonista. No es el caso: se nos muestra a Edward como un tipo arrogante, superficial que desprecia a su hermano menor. Sí, está perdidamente enamorado pero… de una mujer frívola y maleducada. Para empeorar las cosas, ambos amantes tienen una inquietante simpatía por los nazis. La película toma de manera evidente la postura del establishment más convencional, aplaudiendo que Edward deba abdicar por amar a la persona “equivocada”. Es en esta “subtrama” en la que la película alcanza, en mi opinión, su mayor interés y complejidad. Personajes innobles actúan de manera muy romántica. Personajes nobles se comportan, en cierto modo, de manera conservadora y convencional.

El problema es que esta “subtrama” se presenta por primera vez en el minuto 30, cuando se nos explica la relación de Edward y Wallis, y acaba con la abdicación de Edward, en el minuto 70 de película.

¿De qué va todo el resto de la película? Evidentemente, de cómo Jorge trata de superar la tartamudez para poder dar discursos. De su relación con el logopeda que trata de ayudarle.

Se trata pues de una historia de superación. Hasta un niño pequeño podría resumir en qué consiste el esquema básico de estas historias: Un tipo tiene un problema, parece imposible de solucionar. Acude a un maestro que, a través de un proceso muy severo, le hace aprender algo sobre sí mismo, algo imprescindible para superar su problema, algo que le limita o constriñe. En el proceso, el aprendiz se rebela contra el maestro varias veces, siente que no está avanzando, se resiste a cambiar… pero, finalmente, utilizando las enseñanzas adquiridas, el protagonista logra su propósito. Sigue siendo el mismo, pero ha cambiado. Derrota al dragón, gana a los malos o… vence la tartamudez.

Aquí surge, en mi opinión, uno de los mayores problemas de la película. “El discurso del Rey” se encuentra a caballo entre el relato histórico más o menos realista y la inspiradora historia de superación. Trata de ser ambas cosas y, siempre en mi opinión, no consigue ser plenamente ninguna de ellas. Como relato histórico se centra en una anécdota que, comparada con todos los acontecimientos que la rodean, es sumamente trivial. ¿A quién le importa esa tartamudez cuando un Rey está abdicando por amor y se acerca la peor guerra de la Historia? Este problema se hace para mí especialmente evidente cuando, tras el discurso final, todos se apresuran a felicitarle y darle la enhorabuena, como si lo más importante para ellos también fuese su lucha contra la tartamudez: nadie parece darle importancia a que el discurso que acaba de leer el monarca anuncia la entrada del país en guerra.

Todo esto sería poco importante si nos encontráramos ante una de esas emocionantes historias de superación que el cine nos acostumbra a ver. Historias en las que alguien sufre una bajada a los infiernos de la que sale fortalecido. De su mano sale también el espectador, contagiado por la esperanza de que también él, con trabajo y constancia, logrará superar sus problemas y limitaciones. En mi opinión, tampoco ocurre esto en “El discurso del Rey”. Tal vez por fidelidad a los hechos, el trayecto recorrido por Jorge una vez que acaba la película me parece poco satisfactorio. A duras penas concluye un discurso a mi entender poco emocionante. La instrucción de Logue, pese a tener momentos iconoclastas divertidos (las escenas de insultos, las canciones…) no deja de sonar a algo mil veces visto (toda la relación de Jorge con su logopeda parece extraída de una película como “El Club de los poetas muertos” o cualquier otra fábula sobre un heterodoxo educador que saca lo mejor de sus alumnos).

Además, esta instrucción no parece tomar una dirección concreta. Logue no halla en Jorge (al que se empeña en llamar Bertie) la clave para vencer su tartamudez. Se parece apuntar a que este defecto del habla se debe a la estricta educación recibida pero… no se ahonda en ello, Jorge no se rebela contra su entorno, tampoco aprende nada nuevo sobre sí mismo, ni pasa a ser, a partir de ningún momento, una persona nueva. La trama principal se revela entonces como algo realista pero también trivial y leve, estirada de manera algo convencional, con discusiones tan incomprensibles como la de la escena del parque.

Es muy posible que en esto la película sea fiel a la realidad: es probable que la tartamudez del Rey Jorge no tuviera una causa psicológica o que, si la tuviera, el logopeda Logue no la hallara. Muy posiblemente el Rey no superara nunca del todo su tartamudez y que sus discursos sólo fueran moderadamente emocionantes.

Esta es, más o menos, la impresión que uno extrae de la película: que, gracias a un tipo entrañable, un rey sin excesivo carisma casi superó un defecto del habla. La realidad es, muchas veces, así de mediocre. A las películas yo suelo pedirles un poco más. Aunque sea mentira.

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