17.8.09

Yo soy Bea. Una autopsia (I)













Este domingo se emitieron los últimos episodios de “Yo soy Bea”, la serie en la que he estado trabajando durante el último año y medio. Ya he contado alguna vez que ha sido un trabajo extenuante y divertidísimo, en el que he estado rodeado de un grupo de compañeros y jefes tan talentoso, divertido y amable que han hecho que me sintiera mucho mejor que en casa. Lo peor de mi experiencia en esta serie es que… se ha acabado. Bueno, y también que me ha impedido dedicarme a la caza mayor y a escribir en este blog, que he tenido demasiado desatendido durante estos meses.

Antes de dar por cerrada esta etapa de mi vida, quisiera contaros en qué ha consistido mi trabajo en la serie y qué cosas creo haber aprendido.

Hace un tiempo me llamó la atención un post, que traduje y colgué aquí, en el que John August, resumía sus experiencias dirigiendo “The Nines”, lo titulaba post – mortem (Autopsia). Creo que esto que empiezo ahora va a ser una especie de “autopsia de Bea”.

Espero saber contar las cosas de manera que los no seguidores de la serie me entiendan.

Estaba acabando de trabajar en otra serie cuando, a principios del 2008, me llamó la coordinadora de "Yo Soy Bea" para decirme que les había gustado mi prueba. Me contrataban como escaletista.

No era seguidor de la serie, pero, para preparar la prueba, estuve viendo episodios en Internet (muchas fans colgaban en YouTube fragmentos de los capítulos. A partir de ahora me referiré a la audiencia de la serie en femenino, tal vez sea incorrecto pero, dado el reparto por sexos de nuestro público, es mucho más descriptivo). Teniendo en cuenta todas sus limitaciones, la serie me sorprendió porque resultaba especialmente divertida y fácil de ver.

Hasta ese momento, yo había trabajado en bastantes series pero las únicas con éxito eran de ámbito autonómico, así que me hacía especial ilusión la experiencia en Bea, que llevaba ya año y medio de un éxito brutal.

Esto no tardó en matizarse un poco. Sí, en la habitación grande de la oficina de Quevedo seguiría trabajando el equipo de escaletas de la serie, que iba a ganar su segundo TP por esas fechas. En la pequeña, la que daba al patio, Rober, Ari y yo íbamos a dedicarnos a darle martillazos a un círculo hasta hacerlo cuadrado. Es decir, íbamos a intentar continuar una serie llamada Yo soy Bea… sin Bea.

Efectivamente, se había decidido que la historia de la pareja protagonista, que se había prolongado, con éxito, durante más de 400 episodios, debía llegar a su fin. Sin embargo, la audiencia de la serie estaba tan consolidada y los personajes “secundarios” tenían tanto tirón que tanto Telecinco como Grundy, la productora, consideraban que debía intentarse continuar la serie sin la protagonista, que le daba título, ni su amado Álvaro.

A pesar de que se había barajado la posibilidad de cambiar el nombre de la serie, para que dejara de estar tan relacionada con un personaje desaparecido, se decidió dejarlo igual. Muchas veces, cuando eres un simple guionista, no sabes quién toma estas decisiones: no sabes si es la productora, la cadena, no sabes hasta qué punto se podía haber luchado más o menos para torcer esa voluntad… Divago sobre esto porque me da la impresión de que la decisión de mantener el título tuvo consecuencias de las que yo por lo menos no fui consciente en el momento. A veces creemos que los nombres de las cosas son simplemente convenciones, maneras de aludir a una realidad. Sin embargo, creo que a veces los nombres determinan muchos aspectos de la cosa a la que aluden y condicionan las expectativas de las personas que los escuchan o utilizan. Tal vez esto suene un poco críptico y/o pretencioso, pero volveré sobre ello dentro de un rato y espero que entonces quede claro. El caso es que la serie siguió llamándose “Yo Soy Bea”. El título nos hizo sentirnos obligados a llamar Beatriz al nuevo personaje femenino que, en parte, iba a ocupar el lugar de la desaparecida Bea. ¿Nos veríamos obligados a tener un personaje llamado Beatriz permanentemente en la serie? ¿Y si la serie duraba veinte años más? ¿Deberían sucederse eternamente heroínas homónimas?

Antes de seguir, tengo que hacer una distinción. Hay dos tipos de series diarias. El modelo hispanoamericano, la telenovela, basado en una historia principal, muchas veces la de la protagonista que, con frecuencia, da nombre a la serie (sí, también suelen ser heroínas y no héroes). Las telenovelas vienen a durar algo más de cien episodios. El tema suele ser romántico y, el final suele resolver positivamente ese romance. Vamos, la cosa acaba en boda. No hay vida después de la boda. No hay segundas temporadas. “Betty la Fea(en la que estaba basada nuestra "Bea"), “Cristal”, “Los ricos también lloran” son ejemplos de telenovelas de gran éxito.

Otro modelo de serie diaria es la soap opera, o serial, más anglosajona. Aquí la serie no se basa principalmente en una trama o personaje sino en algún otro tipo de elemento más permanente y estable. Por ejemplo, un barrio, una familia, una ciudad o una época histórica. La ventaja de este tipo de series, como es evidente, es que las soaps no ven hipotecado su futuro por el éxito de una trama o por la continuidad de un actor concreto. Esto permite a las soap operas exitosas durar mucho más que cualquier telenovela. Una renovación sucesiva de personajes y escenarios permite ir continuando la serie sin grandes traumas. "Coronation Street", "Goenkale", "Arrayán","Amar en tiempos revueltos", "Guiding Light" o "Neighbours" son soap operas muy veteranas, algunas de ellas con más de 50 años en antena.

Yo soy Bea pretendió pasar de ser una telenovela a ser una soap opera. A eso me refería antes cuando decía que nuestro trabajo era tratar de cuadrar un círculo. No se trataba, en principio, de sustituir a Bea la fea por una nueva protagonista y de enlazar una nueva telenovela con otra, sino de entrar en un tipo de serie más coral. Sin embargo, tal vez en esto faltó una decisión más clara: pese a que la apuesta era, en principio, pasar a ser una serie sin una heredera de Bea, el título se mantuvo, la historia de amor de la nueva protagonista ocupaba un porcentaje muy alto de los episodios y también se pretendió que el tono de esta historia fuera romántico y exaltado.

Cuando me incorporé al grupo de escaleta, aprendí una expresión que todo el mundo usaba con familiaridad: una secuencia “con dos caballos” era una en la que había dos objetivos diferentes que no acababan de casar demasiado bien. A partir de entonces, usé y abusé de la frasecita. Sin embargo, no creo equivocarme si digo que en ese momento, cuando se decidió cómo continuar la serie hubo dos caballos. Uno tiraba hacia la soap opera, el otro hacia la telenovela clásica. Y parece que no fuimos del todo capaces de poner a los dos caballos a cabalgar en la misma dirección. Ahora es más fácil verlo.

El nuevo personaje, Be, (abreviatura de Beatriz, claro) se presentó como una lectora del blog de Bea y como una de sus rendidas admiradoras, logrando así cierta identificación con las espectadoras, y se convirtió rápidamente en una de sus mejores amigas. Estaba tan presente en la vida de su nueva amiga que la ayudaba en su esperada transformación y le “cedía” el escenario de su boda. Analizándolo ahora, me da la impresión de que la maniobra para presentar al personaje fue hábil pero tal vez también delató cierta ansiedad por nuestra parte. Necesitábamos que las espectadoras quisieran y se familiarizaran con la nueva protagonista, de modo que la convertimos en la gran ayudante de la antigua. Creo que fue más hábil que coherente. Posiblemente la audiencia hubiera preferido un final más coherente con la historia que iba a terminar. Y, satisfecha, nos hubiera concedido tiempo y atención para la nueva trama y su protagonista.

Después de unos meses en los que los del NP (Nuevo Proyecto) seguimos trabajando en el conflicto de los nuevos personajes, escribiendo perfiles y preparando separatas para seleccionar a los actores adecuados, todo bajo la dirección de nuestra productora, evidentemente, llegó el momento del ensamblaje. Los nuevos personajes y las tramas fueron entrando en la serie. Sin embargo, durante unas cuantas semanas el Nuevo Proyecto no voló solo. La historia de Bea estaba llegando a su punto álgido, así que las audiencias todavía no eran indicativas sobre el éxito o no de los nuevos personajes. En esos momentos, era especialmente útil meterse en los foros de Internet.

Nunca antes había estado en una serie que tuviera tanta repercusión en la audiencia. Resultaba muy divertido ver lo que opinaban las fans sobre tal o cual personaje. Algunos de mis momentos de mayor felicidad (y vanidad) han sido cuando uno de mis chistes era celebrado al día siguiente en el foro por fans a las que el resto del tiempo llamaba “las locas”. A partir de ese momento, pasaban a ser respetables y exigentes espectadoras. Los foros eran como una de esas proyecciones previas de una peli que se hacen para saber la opinión del público. La ventaja es que eran permanentes y espontáneos. La desventaja es que la capacidad de maniobra era muy limitada: los episodios emitidos habían sido escritos mes y medio antes, así que, muchas veces uno se sentía como en un coche patinando sobre el hielo, puedes tratar de frenar pero… sabes que, hagas lo que hagas, el coche no cambiará de dirección y chocará contra aquél árbol del borde de la calzada.

Pues bien, los foros nos sirvieron para conocer que no había gran entusiasmo con la nueva historia de amor. Parte de las espectadoras la veían como una maniobra de los guionistas para sustituir a su querida Bea y le declaró la guerra. Sin embargo, los episodios de la transformación y la boda de Bea alcanzaron las espectaculares audiencias propias de una serie que había pasado a ser un fenómeno sociológico.

Todos, creo que yo especialmente, temíamos al día después. Para mí el primer episodio de “Yo soy Bea” sin Bea iba a marcar el futuro de la serie.

Bien, ¿qué pasó?

No pasó nada.

El “share” fue bastante parecido al que hacíamos unas semanas antes. Como me dijo un compañero, la gente estaba acostumbrada a ver a esos personajes e iba a mantener su rutina de poner Telencinco a esa hora. Nos iban a dar cierto tiempo de crédito. Algo casi imposible en la tele. Pero el exitazo de la “primera Bea” nos concedió esa prórroga. También ayudaba que la competencia no fuera demasiado agresiva en esa franja horaria.

Sin embargo, las dudas de la cadena, los comentarios negativos de los foros y el descontento general con la historia de la nueva protagonista fueron aumentando. A estas alturas parecía claro que ni Be, planteada como una pija caída en desgracia, ni Roberto, su amado, un periodista de raza, ni su trama lograban interesar demasiado al público. Un paseo por los foros de Internet dejaba claro que, a parte de nuestra audiencia, ambos les parecían cursis y blandos. Un intento de dotar a esta historia de un mayor voltaje emocional nos llevó a improvisar conflictos más extremos, poco propios de los personajes y menos propios aún del mundo real. En mi opinión fue aquí cuando, a cambio de lograr más emoción, esta historia de amor perdió la escasa verosimilitud que le quedaba. Si, al cabo de pocos meses de apostar por una historia, nadie se la cree y, al que se la cree, no le interesa… entonces se puede decir que estás metido en un buen lío.

Fue entonces cuando uno de los personajes más veteranos regresó para salvar la serie y nuestros sueldos durante unos cuantos meses más.

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