Bien, vamos con ello.
A estas alturas, poca gente razonable duda de que las descargas de archivos de Internet están provocando que la industria de los “contenidos” como le llaman los técnicos deje de ingresar cantidades descomunales mientras tanto, la industria de las telecomunicaciones y productos informáticos está viviendo una edad de oro, en gran parte debido a que sus productos son imprescindibles para la descarga, reproducción y almacenamiento de esos contenidos. Para estas Navidades, una persona que conozco ha recibido de regalo un disco duro multimedia en el que un amigo le había grabado 25o películas. Otro amigo, sesentón, le ha dicho, orgulloso, que cuando se las vea, él le puede pasar su colección de 3000. El disco duro costó 150 euros en un Media Markt.
Esta situación está afectando indirectamente también a los creadores de contenidos (músicos, productores, directores y guionistas entre otros) ya que la industria que les pagaba está en una situación económica más precaria que antes. Tal vez la televisión y el cine hechos en España no están siendo los más afectados, ya que no son los preferidos por el público que se descarga contenidos de internet, pero, indudablemente, a cada uno a su escala, a todos les afecta esta práctica.
Lo que es falso es que las descargas sean ilegales. Por ahora, tal y como se está aplicando la ley en nuestro país, la mayoría de las redes para compartir archivos se consideran un intercambio legal y sin ánimo de lucro. Por eso, ese argumento tan empleado por algunos representantes del mundo de los “contenidos” de que bajarse una película de Internet es igual que entrar al Corte Inglés y llevarte una camisa es inexacto. La policía te detiene por un robo y un juez te suele condenar por ello. Nadie me meterá en la cárcel si confieso aquí que tengo unas cuantas pelis en el disco duro, bajadas de eMule. Creo que cada argumento inexacto es un paso que aleja de la solución de un problema.
He escrito “por ahora” porque creo que el tiempo en el que bajarse todos los discos y pelis de Internet gratuitamente se va a acabar pronto. Por dos motivos: por un lado pienso que las iniciativas legales más severas van a comenzar a abundar y… por otro lado porque… simplemente los usuarios no querremos descargarnos contenidos de Internet a nuestro disco duro.
De hecho, en los últimos meses, por primera vez, se está reduciendo el volumen de archivos descargados desde redes P2P (
aquí informan de que hace un poco más de año y medio, el P2P representaba el 40% del tráfico de Internet, ahora apenas llega al 20%). Entre las causas más importantes, yo señalaría tres. Primero, en algunos países la persecución de las descargas se ha incrementado, con leyes más severas. La segunda causa creo que es mucho más importante: las redes P2P han descendido por el incremento de las descargas directas de sitios como Rapidshare. Sin embargo, para mí la tercera causa es la verdaderamente crucial, porque marca un cambio de tendencia. La tercera causa es el streaming legal, es decir, programas como Spotify.
Supongo que casi todos lo conocéis.
Spotify es un pequeño programa desarrollado por una empresa sueca fundada y presidida por Daniel Ek, este tipo de aquí abajo (el tío tiene 26 años).
Uno lo instala en su ordenador (al programa, no a Daniel Ek) y le permite acceder inmediatamente a una vastísimo catálogo de música. La versión gratuita intercala publicidad entre las canciones, la versión de pago no, a cambio de unos diez euros al mes. Spotify es una alternativa “más” legal a la descarga de música desde Internet ya que ha llegado a acuerdos con las discográficas para repartir con ellas parte de los ingresos de publicidad que recibe. Sin embargo, por mucho que esto entristezca a algunos lectores, creo que el éxito de este programa no se debe a que los consumidores prefiramos una opción que permite ingresar algo de dinero a los artistas y sellos discográficos. La razón del éxito de Spotify es que es… mucho mejor que una red P2P y además es… igual de gratis.
¿Por qué es mejor?
Porque nos ahorra tiempo, trabajo y espacio de almacenamiento en el ordenador. ¿Prefieres descargar y guardar un archivo en tu ordenador sin poder escucharlo antes y arriesgándote a que contenga un virus o escucharlo inmediatamente en óptima calidad? La respuesta es obvia. Spotify es simplemente mejor que lo que había. Yo lo uso incluso para escuchar discos que ya tengo en mi disco duro (y también, evidentemente, para escuchar los que tengo en CD original).
Spotify nos libera de los obstáculos que implica la posesión. Por que la música está en… ese limbo que llamamos “servidores centrales”. Más o menos, en el mismo sitio en el que están todos los mensajes de nuestras cuentas de Gmail.
Sin embargo, Spotify no sólo trae ventajas al oyente. También, evidentemente, a las discográficas que ahora ven la posibilidad de ingresar algo por lo que hasta hace unos meses… no les reportaba nada. Ganarán poco por cada reproducción de cada canción pero… ¿y el dinero que se ahorrarán en producir y distribuir cada uno de sus discos? ¿Y los ingresos que les reportará todo esa parte de sus archivos que, como suele denunciar el
Pianista, tenían hasta ahora descatalogado y que, ahora, será accesible para todo el mundo en cualquier momento?
Spotify es, a mi entender, la mejor aplicación que he conocido hasta ahora de la teoría de la
Larga Cola, que dice que la Red ofrece una oportunidad óptima de sacar beneficios de productos que no sería rentable distribuir de modo tradicional (y por eso estaban descatalogados).
Spotify también es bueno para los artistas y para las entidades de gestión de derechos de autor ya que permite obtener datos claros e incontestables sobre el número de veces que se ha reproducido una grabación. La labor de recaudación de las entidades (si cobran su parte a Spotify también, cosa de la que no estoy enterado) se vería muy facilitada.
En definitiva, Spotify me parece la respuesta que se esperaba de la industria discográfica desde hace mucho tiempo.
Ok, ahora os preguntaréis, ¿por qué carajo nos suelta todo este rollo sobre Spotify si estamos en un blog de guionistas?
Porque, como
reclamaba Santamano, el cuarto guionista más atractivo de su hogar, en este post de su
blog, lo que andamos necesitando desde hace tiempo es… un Spotify para cine y televisión.
Señores productores de cine y tele. No hay mucho que inventar. Por favor, copiénselo todo a esos suecos. (O a los americanos de
Hulu, que, al parecer, es un modelo parecido a Spotify pero aplicado a cine y TV. Todavía no ha llegado a Europa y no he podido probarlo, por eso no lo uso como referencia).
Películas gratis a cambio de tragarnos anuncios y películas de pago para verlas sin publicidad. Suscripción premium para ver pelis sin publi todo el mes. Posibilidad de comprar una película y descargarla si la necesitamos ver cuando estemos off line, por ejemplo, en un viaje.
Otras posibilidades: pago por película suelta que queramos ver sin publi. Otra posibilidad: precios más caros para películas de estreno (sí, creo que las pelis pequeñas pronto se estrenarán en ese Spotify para cine y tele) y precio más barato para películas que ya han hecho el grueso de su carrera comercial. (Ojo, estoy hablando de precios muy razonables. No puede pedirse al espectador que pague por ver una peli el mismo dinero que en una sala de cine: el productor se está ahorrando los gastos de copias, distribución y exhibición de la película).
¿Imagináis lo que sería poder acceder a cualquier película con un simple click? ¿Y navegar entre la filmografía completa de tu director o actor favorito y buscar rápidamente tu secuencia favorita y verla, por fin, en versión original o doblada, tantas veces como quieras?
Además, un Spotify para cine (y series) tendría ciertas ventajas que harían que pudiera tener aún más éxito que el musical: los archivos de vídeo son mucho más pesados y exigen mucho más tiempo de descarga y, muy frecuentemente sólo se reproducen una vez. Es decir, son las condiciones ideales para que triunfe un streaming.
Otra ventaja para que triunfe un Spotify de cine es que las películas y series suelen verse habitualmente en casa. No está tan generalizado el uso de dispositivos portátiles para ver películas (y nunca lo estará, porque ver una película es incompatible con muchas actividades – andar, correr por el parque – que sí se pueden realizar mientras se escucha música). Es decir, que ese nuevo Spotify del que hablo como si ya existiera, se encontraría con el principal problema del existente, que necesitamos descargar algunos archivos a nuestro dispositivo portátil, pero en mucha menor medida que el actual Spotify.
¿Qué hace falta para que este Spotify ideal llegue a ser una realidad?
Las dificultades técnicas ya no representan un problema demasiado grande. El principal obstáculo es que los productores de series de televisión y cine lleguen a un acuerdo para digitalizar sus contenidos y colgarlos de una plataforma similar a Spotify. Es imprescindible que se unan, ya que la diversidad de plataformas sería muy contraproducente.
Aunque nos han dado muchas pruebas de lo contrario, yo pienso que los ejecutivos de las empresas de producción son inteligentes y saben que centrar su negocio ahora en vender DVDs es casi tan productivo como poner sus esperanzas en la resurrección de la musicassette.
Ahora, por favor, por el bien de los consumidores, de los artistas y, sobre todo, por su propio bien, les agradeceríamos que dejaran de una vez de quejarse, de promocionar manifiestos y mesas antipiratería, y nos dieran una alternativa mejor a esas descargas que ustedes llaman ilegales. Está en sus manos.