22.11.09

Lisboa. Día 3

Van creciendo las ojeras: el bueno de McKee nos lleva a un ritmo endiablado y, un domingo grisáceo en Lisboa, volvemos a madrugar y a atravesar la inhóspita Praça de Espanha en dirección al Teatro Aberto para la última sesión.

Pero a Félix y a mi esta sesión sobre las historias de amor nos interesa especialmente: estamos trabajando en guiones de este género (Félix va mucho más avanzado que yo. Yo apenas tengo una idea que parecía muy clara aquella noche, en el albergue de Pekín y, desde entonces, ha ido desdibujándose).

Comienza McKee por recordarnos lo importante del amor. Recoge una cita de Graham Greene que, al final de su vida, después de haber alcanzado la gloria como novelista, dramaturgo y guionista, sólo lamentaba "no haber tenido ninguna relación significativa con algún ser humano".

Después, abunda Mc en lo moderno del amor romántico, concepto procedente de la literatura medieval. Los tópicos que desde entonces se hicieron comunes: que sólo existe un auténtico amor en la vida, que éste se reconoce a primera vista, que es mejor guiarse por el corazón y que este amor, si es verdadero, superará todos los obstáculos. Llama la atención que todo esto que damos por sentado sea un "invento" relativamente reciente. Básicamente, el hombre ha idealizado de ese modo su necesidad de sexo y perpetuación.

Por cierto, McKee sabe de lo que habla cuando habla de amor: luego nos confesará que se ha casado cuatro veces (¿o tres? Llevo un buen rato buscando corroborar este dato en la red y sólo he llegado a tres matrimonios. De paso, he encontrado dos interesantes artículos sobre el gurú: aquí y aquí). El último matrimonio ha sido con una mujer que durante años ha llevado una talla de sujetador demasiado pequeña (sí, esto también lo cuenta). Por el bien de su matrimonio esperemos que sea esa asiática bastante más joven que él con la que se besa en las pausas.

Según McKee hay tres elementos indispensables en todo amor: pasión, compromiso e intimidad (en el sentido de relaciones íntimas).

Los subgéneros de historia de amor se dividirán según hagan hincapié en cada uno de estos aspectos: si se centran en la pasión estaremos ante una Tragedia Romántica en la que el amor excesivo lleva a la destrucción (“Vértigo” sería un ejemplo), si se centra en el compromiso, nos hallaremos ante un Romance (al estilo de las novelas de Jane Austen) y, si de lo que se habla es de la relación íntima de una pareja, ante un Drama Romántico que trata de los problemas de mantener una pareja: infidelidades, etc. (ejemplo: “Breve encuentro”). Los equivalente cómicos de estos tres subgéneros serían respectivamente la Farsa sexual, la Comedia romántica y la Comedia de matrimonios.

Espero que alguien haya sacado algo en claro del párrafo anterior: yo no acabo de tener muy claro en qué cajón meter “La guerra de los Rose”, por ejemplo, pero tampoco me preocupa demasiado.

McKee pasa después a dar algunas convenciones del género.

Las diferencias entre sexos es la primera. Aquí nos metemos en un terreno pantanoso (y, para preservar mi integridad física, repito que lo que transcribo es opinión del gurú): los hombres están obsesionados con lo físico, con el aquí y el ahora y sus conflictos suelen ser con el exterior, con el entorno. Las mujeres, en cambio, están siempre planeando el futuro, obsesionadas con lo metafísico. Se crean un amante ideal y buscan a alguien que encaje en ese molde. Por eso – dice McKee – siempre acaban decepcionadas.

Otras convenciones menos espinosas que suele tener toda historia de amor: El encuentro entre los amantes, que suele ser el detonante de la historia de amor, lógicamente.

Las fuerzas que se oponen a la historia de amor: presiones sociales, familiares… o, simplemente, la mala suerte.

Los rituales compartidos por la pareja, la imprescindible confesión de amor y el beso clave, el beso que demuestra lo indudable de ese amor. McKee se extiende con otras convenciones pero… si queréis saberlas, os tendréis que ir a su curso (y tomar notas más completas con las mías, por cierto).

Tras comer a toda velocidad en un restaurante chino cercano (lo único aberto cerca del Teatro Aberto), McKee disecciona ante nosotros “Los Puentes de Madison”. Ya os dije que es una película que tiene el poder mágico de hacerme llorar. Todas y cada una de las veces que la veo. Esta ocasión, llena de interrupciones para comentar la historia, en una butaca medio incómoda y después de ocho horas de conferencia, no fue una excepción. Lloré. Poco, pero lloré. Sin embargo, no me avergüenzo. No fui el único: el propio McKee se sorbió las lágrimas ruidosamente. Y, aún emocionado se despidió de nosotros. Todos le aplaudimos, en pie. McKee respondió con una leve inclinación, como la de un actor después de una representación. Uno puede ser escéptico ante estos gurús del guión (y creed que yo lo soy) pero, por estéril que te haya resultado el curso, u obvias que te parezcan sus enseñanzas, es difícil permanecer indiferente ante el esfuerzo de este hombre que, casi a los setenta años, ha encontrado el papel de su vida: ser maestro de guionistas y parece dispuesto a interpretarlo hasta el final, apasionadamente.

Y, ya que hablamos de esfuerzo y pasión, una vez en el hotel, Félix y yo comprobamos cómo suele concluir una bonita historia de amor (subid el volumen de vuestros altavoces, please).



P.D. : Brian Cox interpretando a McKee en "Adaptation" aquí todas sus secuencias en castellano. Aquí, en inglés, la secuencia inicial (no he podido encontrar la segunda). Por favor, ¡no os las perdáis!

Etiquetas: , , , , , ,

5 Comments:

Anonymous Sergio Barrejón said...

B-R-I-L-L-A-N-T-E

3:46 p. m.  
Blogger Julio Rodríguez said...

Que interesantes post´s los que escribes desde Portugal.

De veras, muchas gracias.

Un saludo.

8:11 p. m.  
Blogger Daniel said...

¡Gracias, Sergio y mr. Black! Por cierto, aunque hablan del viaje a Lisboa, los dos últimos posts los escribí aquí, en Madrid, por problemas técnicos (y agotamiento extremo) allá en Lisboa.

5:03 p. m.  
Blogger Chico Santamano said...

Qué mal gusto subir los gritos de mi novia a Vimeo.
Y más sabiendo que yo estaba en Madrid en esas fechas.

Cabrón.

1:56 a. m.  
Blogger Daniel said...

No, Chico, tu novia no estaba en esa habitación. Lo sabemos bien.

Por cierto, me han llegado reacciones de personas que piensan que ese vídeo es ficción. Os juro por Aaron Sorkin (o por cualquier otra cosa casi sagrada) que no ha habido manipulación (más allá de subir el volumen general de la grabación para que los gemidos sonaran casi tan presentes como en la habitación). Eso fue lo que Félix y yo nos encontramos al llegar a la habitación esa noche.

5:58 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home