6.10.08

El hijo de la bomba


El domingo pasado, en Barcelona, en la exposición sobre J.G.Ballard del CCCB me entero de que, además de escribir "Crash" (la obra en la que se basó la peli de Cronenberg), "La isla de cemento" y otros relatos de ciencia ficción enfermiza que no he podido terminar, es autor de "El imperio del sol", la novela semiautobiográfica que adaptó Spielberg. 
Reconozco que recorrí toda la exposición buscando algo que conectara esas obras que me parecían tan diferentes. Supongo que, en el fondo, un guionista es como un detective vago: trata de encontrar conexiones causales entre acontecimientos que parecen inconexos. Y si no las encuentra se las inventa. 
¿Qué podían tener en común el niño que fantasea con revivir a un piloto suicida en la versión chino-japonesa de la Segunda Guerra Mundial y el apóstol de la destrucción, el hombre que ensalza la belleza del accidente, del hierro retorcido y la carne atrapada en él, la armonía de la autopista, los aparcamientos abandonados y el mundo futuro agonizante bajo una capa de arena?
Creí encontrar el eslabón al final de las vallas de madera que simulaban el campo de internamiento de las afueras de Shanghai en el que fueron encerrados por los japoneses Ballard, su familia y miles de extranjeros. Ahí, sobre la pared izquierda, se podía leer una cita de un obra de Ballard que no he sido capaz de encontrar. Sí he hallado un texto de John Calvin Batchelor que la resume (y traduzco): 
"Y en agosto de 1945, después de una marcha mortal hacia el Estadio Olímpico de las afueras de Shanghai, tras la que tanto los guardias como los prisioneros envidiaban el sueño de los muertos, Jim contempla lo que reconoce como el nacimiento de un nuevo imperio del sol, que ocupará el lugar del ya decadente Imperio del Japón. En el cielo, al noreste de Shanghai, ve un resplandor que ilumina el atardecer e inunda el estadio de una extraña luz. A quinientas millas de distancia, al otro lado del mar de China, Nagasaki acaba de ser aniquilada por la bomba atómica."
El 14 de agosto de 1945, cinco días después de que "Fat Man" cayera sobre Nagasaki bañando de luz el estadio olímpico de Shanghai, llega la capitulación japonesa. Jim, su familia y miles de prisioneros recuperan la libertad. 
Sentir que uno es es hijo de la peor bomba de la historia, de las ciudades arrasadas y los cuerpos desmembrados al otro lado del mar de China. Recordar aquella luz infausta como una afortunada fosforescencia moderna que viene a devolverle a uno la vida. ¿Cómo no ver a partir de entonces belleza en el caos, armonía en el accidente y esperanza en la mutilación?

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3 Comments:

Blogger Chico Santamano said...

En cierto modo Indiana Jones también es hijo de un champiñón radioactivo a juzgar por lo que se vio en esa infecta cuarta entrega...

Muy interesante, tío.
Enhorabuena.

10:34 a. m.  
Blogger Álex Vidal said...

Jorl, ¡qué mal rollito!

Aprovecharé el inicio del Kosmópolis para echarle un ojo a la exposición, y para profundizar en un autor que siempre he mirado con cierto recelo. Pero, gracias a tu post, me he dado cuenta que su visión de la belleza no difiere mucho de esos rincones olvidados y abandonados de la periferia de las grandes ciudades.

12:05 p. m.  
Blogger Daniel said...

Sí, chico, Indy es el hijo de la bomba y... los frigoríficos bien hechos.

Eso es álex, Ballard encuentra belleza en las autopistas, las gasolineras, los aparcamientos de los centros comerciales... y en cosas algo más traumáticas también. Espero que te guste la expo, te la recomiendo.

5:47 p. m.  

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