Loor a los campeones
No era suficientemente bueno. No era sólo lo de los tobillos – aunque cuatro esguinces y una rotura de ligamentos en unos pocos años es un récord bastante meritorio. Tampoco lo de la altura – hay buenos bases de uno ochenta. El problema es que no tiraba suficientemente bien para ser alero y tampoco controlaba tan bien el balón como para ser base.
Así que hubo un momento en que aquello se acabó. No recuerdo cuál fue el último partido con los amigos.
Sin embargo hubo instantes, muy fugaces, en los que jugué bien. Momentos en los que hacía un buen pase o elegía bien cuándo saltar para hacer un tapón.
Y muchas veces todavía miro hacia atrás y siento un dolor inmenso. Yo quería ser jugador de baloncesto.
Pero no pudo ser.
Ni siquiera entré en el equipo del colegio.
Y tal vez es lo mejor. Los buenos juegan. Los demás se sientan a ver el juego y, algunos, a contarlo.
En eso espero estar a la altura.
Ya he escrito un guión sobre baloncesto y tengo algún otro en la cabeza.
Si puedo daros un consejo, aparte de que tengáis mucho cuidado con pisar el pie de otro jugador después de un salto, es que escribáis sobre aquello que os emociona. Sea lo que sea.
Porque creo que escribir no es un asunto de plot points, formatos, géneros, manuales o running gags... escribir es un asunto de emoción.
Y eso es lo que sentí anoche en la Plaza de Castilla cuando Pepu Hernández dijo, separando expresamente las sílabas, la palabra “Baloncesto”.
Mientras se incendiaba un rascacielos, algo en mi interior también se inflamaba... un recuerdo de partidos que nunca volverán... partidos mil veces soñados... cuando éramos más jóvenes, cuando yo vivía en otra ciudad y sabía que mis amigos estaban esperando en el patio de aquél colegio...
Y yo llegaba siempre tarde, saltaba la valla y les veía a una veintena de metros y corría hacia ellos...
Siempre que he imaginado mi paraíso particular, acababa siendo una versión prolongada y sin esguinces de aquellas inolvidables tardes de sábado.
Así que hubo un momento en que aquello se acabó. No recuerdo cuál fue el último partido con los amigos.
Sin embargo hubo instantes, muy fugaces, en los que jugué bien. Momentos en los que hacía un buen pase o elegía bien cuándo saltar para hacer un tapón.
Y muchas veces todavía miro hacia atrás y siento un dolor inmenso. Yo quería ser jugador de baloncesto.
Pero no pudo ser.
Ni siquiera entré en el equipo del colegio.
Y tal vez es lo mejor. Los buenos juegan. Los demás se sientan a ver el juego y, algunos, a contarlo.
En eso espero estar a la altura.
Ya he escrito un guión sobre baloncesto y tengo algún otro en la cabeza.
Si puedo daros un consejo, aparte de que tengáis mucho cuidado con pisar el pie de otro jugador después de un salto, es que escribáis sobre aquello que os emociona. Sea lo que sea.
Porque creo que escribir no es un asunto de plot points, formatos, géneros, manuales o running gags... escribir es un asunto de emoción.
Y eso es lo que sentí anoche en la Plaza de Castilla cuando Pepu Hernández dijo, separando expresamente las sílabas, la palabra “Baloncesto”.
Mientras se incendiaba un rascacielos, algo en mi interior también se inflamaba... un recuerdo de partidos que nunca volverán... partidos mil veces soñados... cuando éramos más jóvenes, cuando yo vivía en otra ciudad y sabía que mis amigos estaban esperando en el patio de aquél colegio...
Y yo llegaba siempre tarde, saltaba la valla y les veía a una veintena de metros y corría hacia ellos...
Siempre que he imaginado mi paraíso particular, acababa siendo una versión prolongada y sin esguinces de aquellas inolvidables tardes de sábado.
6 Comments:
No sé cómo serías con el balón, pero dominas las palabras- gran post.
Gracias, ángela.
A mi me pasó algo parecido pero con el fútbol. Me pisaron el pie cuando iba a rematar un córner y me dejaron los ligamentos más jodidos que los muelles de la cama de Dueñas.
Ahora para relajarme juego al parchís con otros restos de serie vigilando los esguinces de dedo.
Por cierto, Pepu Hernández, que gran guionista.
Joder, que identificado me siento con esa visión del paraíso...
Yo también me reconozco en tu visión del paraíso: los amigos, una pelota, una cancha de un colegio cerrado y los interminables partidos de baloncesto toda la tarde del sábado antes de salir a “ligar” por la noche.
El lunes pegado al televisor también me emocioné con los triunfadores.
Por cierto suscribo:
“escribir no es un asunto de plot points, formatos, géneros, manuales o running gags... escribir es un asunto de emoción”.
Saludos
no creo que los muelles de la cama de dueñas tengan mucho q envidiar a los de la tuya, ninfomana. :)
pues a mí me apasiona el fútbol pero creo que nunca escribiré un guión sobre fútbol. y curiosamente nunca se ha hecho una gran película sobre el mundo del fútbol
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