6.6.06

Nombres

Esa es la clave últimamente, chicos.
Los nombres.

¿A qué me refiero? Me pongo enigmático, ¿eh?

Frases cortas.
Puntos y seguido.

Ahí va otro.

Entremos al toro de una vez. ¿Os habéis fijado? La gente ahora no intercambia discos. Nadie se pasa recortes de prensa. Y cada vez menos DVD’s.

¿Qué hacemos ahora? Decimos un nombre. Y eso basta. Porque muchos objetos físicos han dejado de tener importancia. Los discos, los artículos de prensa… las películas. Están disponibles siempre, casi inmediatamente en cualquier ordenador conectado a Internet. Ya no importa tanto tener, por ejemplo, un disco. Basta con saber su nombre.

Félix me dice “escucha Sun Kil Moon” (es un grupo, no una secta de tipos barbudos que se suicidan en masa). O… me encantó “Rushmore”. Y eso basta.

Ya no te dicen: he recortado un artículo sobre guiones para ti. Te dicen: “métete en abcguionistas (en Ain’t it Cool News o donde sea) y busca lo de Arriaga”.
Consejos, recomendaciones.

Todo está en la Red. Bueno, casi todo. Precisamente porque todo está ahí… es muy difícil encontrarlo.
Necesitas el mapa del Tesoro.
Los nombres. Las pistas.

Quien te da los consejos adecuados, los nombres que más te satisfacen, gana prestigio. Lo metes en tus favoritos. Y, posiblemente, también metas en tus favoritos muchas de las recomendaciones que él te haya dado.

A su vez, recomiendas esa página a tus amigos que te corresponden dándote los nombres de sus páginas favoritas.

Has descargado la recomendación de Félix, lo que escucho mientras escribo esto, Sun Kil Moon, y tu reproductor te dice que a las personas que escuchan eso también les suele gustar Calexico. Otro nombre, otro consejo. Otra búsqueda.

Una especie de árbol de conocimiento que no deja de crecer. Tal vez una imparable cadena de favores.

6 Comments:

Blogger Zero Neuronas said...

Lo he oído creo que de una amiga: el soporte ha muerto. Ya todo está en discos duros de algún recóndito lugar, ni siquiera en el tuyo. Qué le vamos a hacer, no es ni bueno ni malo, es lo que nos ha tocado vivir.

6:40 p. m.  
Blogger Daniel said...

Y tanto, zero, estoy muy de acuerdo con lo que dice tu amiga.

Creo que todo esto empezó cuando se consiguió comprimir la información a 1 y 0, es decir, cuando se digitalizó. Al principio, se necesitaban unos soportes en los que se introducía esa información (CDs, DVDs) pero ahora esos datos se han comprimido (Mp3 para audio, Divx para vídeo) y, por lo tanto, ocupan menos espacio y se pueden recibir por la red y almacenar en discos duros, etc.

Ya sé que esto sólo tiene un poquito que ver con el guión (lo que afecta a la difusión de nuestras obras) pero no sé, es un temilla que me interesa. Una pequeña excursión por Úbeda y sus bellos cerros.

1:15 p. m.  
Blogger Q said...

LA VANGUARDIA
Miércoles 7 de junio 2006

La leyenda del tiempo
CONTRA EL GUIÓN

Isaki Lacuesta, con su nuevo filme, se sitúa lejos de la tradicional frontera que separa encarnizadamente los postulados que definen el documental de los propios del cine de ficción más tradicional. De forma progresiva, el filme avanza hacia un nuevo territorio que podríamos definir como nueva ficción

ÀNGEL QUINTANA - 07/06/2006
En el transcurso de una entrega de premios, alguien proclamó una vez que Billy Wilder era Dios y algunos humanos se lo creyeron. La cuestión de fondo no versaba en las innegables aptitudes del gran cineasta clásico, sino en la subyacente reivindicación de cierto modelo clásico convertido en inefable horizonte cinematográfico del presente. Hoy, en las escuelas de cine, en las comisiones de valoración de Ministerios y conselleries o en los despachos de los productores, Dios tiene un nombre propio y ese nombre es guión. Sin embargo, algunas de las mejores películas realizadas en los últimos años -desde El cielo gira de Mercedes Alvárez hasta Honor de Cavalleria de Albert Serra o desde Les amants réguliers de Philippe Garrel hasta Juventude em marcha de Pedro Costa- se han realizado sin guión. Todas han sido planteadas como obras abiertas, atentas a ese instante revelador proveniente del mundo real. Todas son conscientes de que la apuesta cinematográfica de estos tiempos se halla en los discursos fronterizos, en las obras que desafían las coordenadas establecidas por los géneros y por los cánones.

La leyenda del tiempo de Isaki Lacuesta desafía todas las divinidades paganas impuestas por los modelos institucionales, para buscar una voz propia que, más allá de la leyenda, sea acorde con el aire de su tiempo. Lacuesta se sitúa abiertamente en la frontera que separa los postulados del cine documental de los de la ficción.

La película asume la idea de la imagen como registro del mundo por lo que establece una relación directa con unos personajes cuya existencia es objeto de un retrato. No obstante, de forma progresiva, la estructura del filme avanza hacia ese territorio que podríamos definir como nueva ficción.

El cineasta utiliza el plano/ contraplano, construye las situaciones de forma secuencial y juega en el montaje a partir de una continuidad más propia de los postulados del cine de ficción que del documental.

En el origen del proyecto surgieron dos posibles historias reales: la de un niño de la isla de San Fernando (Cádiz) nacido el mismo día de la muerte de Camarón que transforma su voz durante la adolescencia y la de una chica japonesa que decide instalarse en la isla para poder llegar a cantar algún día como Camarón. Iñaki Lacuesta no pretende realizar ninguna apología de Camarón, a la manera de la olvidable película de Jaime Chávarri, solo quiere establecer un juego alrededor del mito, cuyo ejemplo remoto podría ser la aproximación que Jim Jarmursh realizaba en torno a la figura de Elvis Presley en Mistery Train. Estas dos historias, que funcionan como un juego de espejos, podrían dar lugar a un ejercicio propio de los sistemas de escritura manierista de cierto cine de ficción -los guiones de Guillermo Arriaga, por ejemplo- donde las casualidades, los cruces entre personajes y los saltos temporales determinan el tejido de un relato en el que todo cuadra, sin que sea posible crear ninguna posible línea de fuga. Las coincidencias casuales entre los dos paralelos son mínimas y solo se reflejan en la existencia de un personaje -un marinero japonés- que cruza las dos historias y comparte la amistad con los dos protagonistas.

La voz de Isra se presenta como un trabajo de descripción detallada de un mundo, a partir del movimiento de uno de los personajes que lo integran, el joven Israel que después de la muerte de su padre vive una situación de desconcierto junto a su hermano. La descripción del universo gitano de Israel no pretende dar pie, a la manera de Siete vírgenes de Alberto Rodríguez, a un relato sobre el destino. La cámara persigue, encuadra y rodea a unos seres concretos con el fin de mostrar trazos de su vida, de ubicar sus cuerpos en unos ambientes concretos.

La segunda parte titulada La voz de Makiko muestra el viaje de una chica japonesa al universo de la isla de San Fernando. El elemento que motiva el relato es sobretodo el influjo del mito, la forma como una leyenda concreta -Camarón- configura la mirada que lleva acabo una extrajera hacia una realidad. A lo largo del relato, Makiko descubre como los mitos crean paraísos artificiales, modulan imaginarios y como estos desaparecen cuando el tiempo, más allá de la leyenda, refleja los flujos vitales.

El elemento más innovador de La leyenda del tiempo no es visible en los dos episodios concretos ya que se encuentra en sus intersticios, en los ecos que se establecen entre las imágenes de los dos retratos. Iñaki Lacuesta penetra en un territorio cercano a cierto cine de ascendencia conceptual, donde lo importante viene determinado por las ideas que surcan las imágenes. Captura un mundo y en la mesa de montaje da forma a este mundo, provocando que las imágenes concretas remitan constantemente hacia ideas abstractas.

¿De qué habla La leyenda del tiempo? El cineasta construye su película en torno al choque entre realidad y leyenda, entre verdad y simulacro, entre silencio y voz, entre la muerte y substitución del padre, entre el hogar y el refugio, entre el sedantismo y desplazamiento. La búsqueda de un determinado tejido conceptual es el factor que coloca La leyenda del tiempo más allá de los modelos establecidos, convirtiendo la película en una de las pocas obras que piensan el trabajo cinematográfico en relación con las últimas tendencias del cine contemporáneo. Conecta con las mejores apuestas del nuevo cine asiático, o con los debates sobre la nueva ficción presentes en los festivales más exigentes por los que la película ya ha transitado.

La leyenda del tiempo Dirigida y escrita por Isaki Lacuesta. Con, entre otros, Israel Gómez, Francisco José Romero y Makiko Matsumura

5:27 p. m.  
Blogger Bienvenida said...

Lo del soporte tiene ventajas e inconvenientes.

La primera desventaja, aparte de la pérdida de calidad en muchos formatos de vídeo, (y de audio pero de ésos yo no me entero) es que lo de coleccionar queda muy deslucido. "Pasa a ver mis películas mudas alemanas, remasterizadas digitalmente y con coros de Leni Riefenstahl", y llevas a las visitas frente a un disco duro externo, tan feo que sólo le falta ladrar.

Otro inconveniente de la evolución de los soportes es la conversión constante que requieren. Dentro de unos años todas las pelis en DVD, y seguramente los archivos que hoy conocemos (mpeg, avi, divx...) habrán quedado obsoletos, con los lógicos problemas de conservación. Eso con las fotos de toda la vida no pasaba, oiga. Es un tema muy interesante, la verdad.

11:20 a. m.  
Blogger Daniel said...

Muchas gracias por colgar ese texto, ninfómana. (hmmm, estos nicks)

Angela, justo eso... se me había olvidado que muchos de estos cambios a formatos más modernos nos hacen perder calidad. Es muy curioso. Los veteranos del vídeo dicen que el VHS se impuso pese a dar menos calidad que el Beta. La música en MP3 está comprimidad (se pierden frecuencias, parece). Con el vídeo digital sustituyendo al celuloide puede pasar lo mismo.

Es írónico, ¿no? Un progreso que... no acaba siendo progreso.

11:44 a. m.  
Blogger Q said...

Un placer.

10:07 a. m.  

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