2.6.10

Un samurai con gafas (II)

Acababa el último post comentando que la generalización del doblaje tiene algunas consecuencias de las que los espectadores no somos del todo conscientes y que iba a escribir sobre ellas.

Vamos allá. Una de estas consecuencias es que, acostumbrados a las estupendas (aunque también algo engoladas y poco realistas) voces y dicción de los dobladores, nos parece que los actores españoles tienen mala dicción o escasa voz. Estoy seguro de que hay muchos casos en que esto es así, pero, como decía uno de los comentarios de la entrada anterior, actores tan célebres como Bruce Willis, tienen voces menos poderosas, pero tal vez más característica y auténtica, que las de sus dobladores españoles.



Seguramente haya mucho que mejorar en el dominio de la voz por parte de los actores españoles, pero resulta algo injusto que, inconscientemente, comparemos sus voces con las de unos profesionales dedicados únicamente a locutar sobre la impecable imagen de un actor cuya auténtica voz no escuchamos.

En mi opinión, otra consecuencia indirecta de la extensión del doblaje es la desaparición de los acentos regionales en la ficción nacional. Como ya escribía en este post de hace casi cuatro años (joder, ¡cuánto tiempo llevo dando el coñazo!) una de las características que menos me gusta de la ficción televisiva española de los últimos años es su escasa relación con país en el que (teóricamente) se desarrolla: nuestras series están pobladas por personajes que no citan la región de la que proceden, muy pocas series se ambientan en ciudades reconocibles, casi todas las calles tiene nombres genéricos y… casi ningún personaje tiene acento, excepto en el caso de que se trate de extranjeros.

Pienso que una de las causas de que las cadenas y productoras rechacen que los personajes tengan acentos regionales se debe a que saben que los espectadores estamos acostumbrados a las “perfectas” voces sin acento de la ficción doblada. No sé cuándo se decidió que cierta manera de hablar el español era la correcta, no sé porqué se estableció una u otra, pero sí pienso que ese día se empobreció mucho nuestra cultura y se obligó a muchos actores a hacer un gran esfuerzo para “quitarse” el acento, ya que saben que apenas hay oportunidades laborales para quienes lo tienen. (Muchos lo consiguen, pero suele ser a costa de limitar mucho su espontaneidad y capacidad expresiva).

En resumen, aunque es muy comprensible que muchos espectadores encuentren más cómodo ver las series y películas dobladas (sobre todo en televisión), por una combinación de costumbre y pereza, pienso que la práctica del doblaje tiene efectos bastante nocivos para el espectador: por un lado, le resta autenticidad y verdad al producto audiovisual que está viendo y, por otro lado, por contagio, tiene un efecto unificador y despersonalizador en el resto de la ficción no doblada que se produce en el país.

Los guionistas solemos quejarnos de que los directores destrozan nuestros guiones, de que los actores meten "morcillas" que desvirtúan nuestros gags, de que lectores no cualificados elaboren en un par de horas un informe que condiciona el futuro de proyectos en los que hemos trabajado durante años... es decir, nos quejamos de que otras personas no respeten nuestro trabajo. Me llama la atención que tantos guionistas - o aspirantes a ello - hayan opinado en este mismo blog a favor de una práctica que no respeta el trabajo de los intérpretes (y, por lo tanto, no respeta a la obra en sí) privándoles de algo que les es (o debería ser) personal e intransferible: su propia voz.

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1 Comments:

Blogger budoson said...

Ya lo dice David Lynch:
http://www.emol.com/noticias/nacional/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=353370
Los primeros párrafos, en los dos últimos el hombre sigue con lo de siempre.

1:41 p. m.  

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