¿Qué mostrar, qué contar? (I)
Algunos os acordaréis de que no hace demasiado tiempo, en un post que publiqué aquí mismo, cometí un error al hablar de la secuencia inicial de Celda 211. Decía que la secuencia no tenía influencia en la trama y que, probablemente, se tomó la decisión de conservarla sólo para marcar el tono duro de la película y evitar comenzar con una aburrida presentación de personajes.
Varios lectores me corrigieron (gracias por hacerlo, y, sobre todo, por hacerlo tan educadamente): la muerte del personaje que aparecía en esa secuencia prólogo era el argumento que empleaban los presos para justificar su motín. Al parecer, ese preso había decidido suicidarse tras haber sido injustamente olvidado por los jefes de la prisión. Padecía una enfermedad terminal de la que no fue tratado. Todo esto se explicaba en una secuencia posterior. Cuando uno de los lectores del blog lo comentó, recordé haber recibido esa información en algún momento de la película. Pero la había olvidado.
Sin ánimo de justificarme, voy a investigar un momento en los motivos de este olvido.
Pero antes, daré un pequeño rodeo.
Seguidme los valientes.
Las informaciones que se graban más profundamente en nuestro cerebro son aquellas asociadas a algún tipo de emoción. Aquellas que no han llegado a despertar en nosotros ninguna reacción suelen borrarse rápidamente. Si unos tipos hablan sobre el mejor modo de convertir vídeo MPEG4 para editar en Final Cut, y uno de ellos comenta que el mejor programa de convertir se llama Mpeg Streamclip seguramente nos parecerá una de las conversaciones más aburridas y poco memorables que hemos sufrido en nuestra vida. Si asistimos a esta conversación después de habernos pasado seis horas desesperados tratando de montar con ese formato de vídeo, os aseguro que recordarás perfectamente el nombre de ese programa y, seguramente, lo primero que hagáis al llegar a casa será teclear Mpeg Streamclip en Google. Habréis recordado ese nombre perfectamente, sólo porque lo asociáis a la emoción, la alegría de ver una salida a vuestras horrendas sesiones de infructuosa conversión entre formatos de vídeo.
Recuerdas ese verano en la playa porque una ola te zarandeó y casi te mandó contra el suelo y, por un momento, pensaste que morías, que te golpearía contra la roca y te partiría la columna vertebral. No recuerdas que un par de días más tarde un camarero te sirvió una paella que estaba bastante buena. Los recuerdos asociados a las emociones más fuertes son los que quedan grabados más indeleblemente. A veces tiramos de ellos para deducir datos objetivos, informaciones que hemos olvidado. Cuando me pilló la ola recuerdo que la primera persona en ayudarme fue mi prima. Si estaba ella, debió de ser el verano del 82, cuando fuimos todos juntos a pasar el verano en Cambrils. Fue el año del Mundial. Es cierto, recuerdo que vimos la final del Mundial en una terraza. Ganó Italia.
La emoción queda grabada, con cierta información adjunta. La información que no nos afecta emocionalmente se desvanece. No nos interesa.
Olvidemos ese verano medio ficticio, medio real y pasemos a hablar de guión.
Cuando construimos un guión necesitamos transmitir numerosa información a nuestros futuros espectadores. Información de todo tipo:
- Tengo que sembrar que la puerta del aseo se atasca (para la secuencia de la niña atrapada en el interior)
– Tengo que sembrar que ella trabaja en algo creativo pero no gana un duro (para que la oferta económica que le hace esa revista sea muy tentadora)
– Tengo que sembrar que él es un tipo que reacciona agresivamente cuando se siente acorralado (para que sea creíble la brutal reacción del segundo acto)
– Tengo que sembrar que ella tiene un barco (para la secuencia final)
– Tengo que sembrar que ella ha tenido varios fracasos sentimentales (para que se entienda su obstinación en intentar que funcione bien su actual relación, pese a lo intranquilizador que resulta que su novio tenga animales muertos y despellejados por toda la casa).
Hay unas cuantas maneras de proporcionar información al espectador. Pero, así, como tampoco he dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre este asunto, las dos que se me ocurren son mostrar y contar. Es decir, como dirían los anglosajones: “show” y “tell”.
Una de las reglas básicas que suelen dar los manuales de guión es “Show, don’t tell”. Es decir: “Muestra, no cuentes”. ¿Por qué?
Primero, porque una información trasmitida verbalmente por un personaje es cuestionable, mientras que mostrar un hecho lo hace indudable para el espectador.
Si, en una secuencia del comienzo de la peli, vemos que un personaje tiene un problema para salir del baño por la dichosa puerta que se atasca, no nos parecerá nada extraño que la puerta se atasque, más tarde, cuando es tan importante que el personaje pueda salir rápidamente del aseo. Esa puesta se atascaba: lo hemos visto.
Segundo: porque, al mostrar algo en lugar de contarlo verbalmente, además de transmitir una información podemos proporcionar una emoción al espectador. Y, como he escrito más arriba, las emociones nos impactan y las informaciones que les van asociadas se graban en los espectadores de modo indeleble.
Si al comienzo de la peli muestras a un niño teniendo un shock anafiláctico muy grave tras comer una galleta que contenía restos de cacahuete, el espectador no olvidará nunca esta debilidad del niño. En cuanto el malvado entierre un cacahuete en el sándwich que el crío se lleva para merendar, será dolorosamente consciente del problema que se cierne sobre él.
Creo que no es lo mismo mostrar ese ataque que deslizar en una conversación aparentemente rutinaria que el día 14 Pablo tiene que ir al médico para revisar lo de la alergia a los cacahuetes.
La información transmitida es la misma. La carga emocional para el espectador no lo es.
Por eso, como norma general, un guión debe mostrar lo máximo y contar (verbalmente) lo mínimo.
Habitualmente, lo que queremos transmitir no es únicamente la información de que el crío es alérgico. Sino lo grave que es tratar de matarlo introduciendo algo en su merienda, lo urgente que debe ser la respuesta, lo importante es que llevar el inhalador a mano y bien cargado. En resumen, queremos adjuntar emociones a la mera información. Y eso se consigue creando situaciones que parezcan naturales y verosímiles pero, a la vez, tengan una función de proporcionar esa información necesaria para comprender la historia y para sentir lo que el guionista quiere que sienta a lo largo del resto del relato.
Creo que lo que he escrito hasta aquí es bastante evidente. Pronto llegará un pequeño “sin embargo”
Eso sí, será el lunes que viene.
Etiquetas: cine, cine español, empezando a escribir, reflexiones sobre escritura
1 Comments:
Jopetas, admite que entraste tarde a la peli porque estabas mirándole las palomitas a la de las tetas.
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