Charla en la ECAM. La escuela en la que estudié. Me piden que hable a los estudiantes sobre el paso de la escuela al "mercado laboral".
¿Cómo correspondo a tal honor? ¿Como alecciono a las nuevas generaciones de guionistas?
Les pinto el apocalipsis.
No des una charla si no has dormido bien.
Vuelvo a casa con sensación de fracaso. Imagínate a El Bosco ilustrando un cuento infantil o un libro de autoayuda.
En lugar de describirles Globomedia, Notro o Zeppelin, les he dibujado a estos estudiantes unas grandes ollas de aceite hirviendo en las que se lee: "ficción televisiva española". Y les he anunciado que van a vivir ahí dentro. Y que fuera de las ollas se está aún peor. Fuera está el paro. O el cine.
Después de la pausa estoy más centrado y suelto algo que creo que merece un poco más la pena.
Les digo que una serie te habla, como un amigo.
A uno le toca una familia en suerte. Como una enfermedad, un color de ojos o un ladrillo en la cabeza.
En cambio, uno elige a los amigos.
Uno decide cómo los quiere: gritones, repetitivos y castizos o inteligentes, complejos y divertidos.
Y, claro, lo que eliges dice algo sobre cómo ves el mundo y, sobre todo, sobre cómo te ves a ti mismo.
Sí, la próxima vez trataré de dormir un poco.
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