Fiesta privada
Como ya escribí aquí, la selección de los cortometrajes (y la de los largos documentales) es especialmente cuestionable.
Pero, en lugar de abordar este problema, este año la Academia tiene previsto, simplemente, eliminar de la gala la entrega de los tres premios a cortometraje (ficción, documental y animación).
Los premios los darían unos días antes, en la cena de nominados.
Podéis leer la información aquí.
El motivo de esta supresión: quieren agilizar la gala y acortar su duración.
Han tomado alguna otra medida para conseguirlo. Por ejemplo, parece que van a suprimir el Goya a la mejor película europea. Al fin atienden esa queja de los cineastas de Oceanía, que se sentían injustamente excluidos.
Ya en serio, creo que tienen razón: la gala es larga.
Y está claro que al espectador medio la entrega del Goya al mejor corto no le va a mantener pegado al sillón pero...
¿Alguien cree que a ese mismo espectador le interesa saber quién es el mejor montador de sonido? ¿O cuál ha sido el mejor guión adaptado? ¿Perderá unos minutos de sueño para poder ver en directo el discurso de la presidenta?
No. No nos engañemos, los premios que interesan al público general son: a los mejores actores, a la mejor película y, con suerte, al mejor director.
Y, engañémonos menos todavía, mucha gente ve la gala para criticar los vestidos o para reírse si a Paz Vega se le escapa una teta, o si el Goya Honorífico del año, un venerable montador con respiración asistida, se da un morrazo al bajar la escalera.
Pero nadie se plantea eliminar de la gala a los de maquillaje, a los de sonido o al tipo ese tan feo que se ha currado un documental sobre la Legión Cóndor.
En cambio, se atreven con los pequeños.
Se atreven contigo, querido friki, que llevas seis meses moviendo frame a frame figuras de plastilina en el garaje que heredaste de tu abuelo después de aquél desgraciado accidente de tractor.
Tu sueño es llegar a la gala de los Goya y dedicarle el premio al yayo, dondequiera que esté, mientras alzas al cielo ese cabezón sin ningún tipo de remuneración económica.
Pues nada, querido friki, este año olvídate de ese sueño.
Hay que hacer la gala más corta, argumentan.
Algo así pretendían el año que inventaron aquello del micrófono que se hundía.
No acabó de funcionar, ¿verdad?
¿Por qué no se rinden a la evidencia?
Una gala de entrega de premios es larga, por naturaleza.
Asúmanlo, por favor.
Si vas al dentista, no le pides que pase de preliminares, que se deje de anestesias.
Si vas a una boda, no le gritas al cura que se salte lo de los Efesios, y lo de "nosoydignodequeentresenmicasaperounapalabratuya...". Lo has oído mil veces, pero te aguantas.
Estás en una boda porque te ha tocado el marrón.
Haberte puesto condón, guapo.
Pues lo de los Goya es como una boda, una cosa bastante larga, con gente que intenta ir bien vestida y decir algo gracioso. Casi nadie consigue ninguna de las dos cosas, lo cual hace que, si eres un poco sádico, el asunto sea mucho más divertido todavía.
Nadie va a una boda pensando que en un cuarto de hora se la ha quitado de encima.
Nadie va a ver una película sobre la conquista de América pensando que eso se acaba en 80 minutos.
Hay cosas largas y dolorosas.
Conquistar América es una de ellas. Ver los Goya es otra.
Quien va a los Goya, o quien se sienta ante la pantalla, firma un contrato tácito con la Industria del Cine Español (caso de que tal cosa exista).
Las cláusulas secretas de ese contrato implican que, a cambio de ese fugaz guiño de la teta de Paz Vega, el espectador deberá soportar ciertas cosas. Entre ellas:
- (Por lo menos un...) discurso chauvinista contra el cine norteamericano,
- Un premio a una película extranjera que recoge un primo del distribuidor,
- Un premiado que se pone histérico,
- Un niño muy repelente que, al recoger su Goya, da una lección de saber estar a todos los demás premiados,
- Un emotivo discurso a favor de una causa altruista (casi siempre, el discurso es tan torpe que te planteas seriamente afiliarte a una plataforma de apoyo a los asesinos de ballenas, por ejemplo)
- Un premio para Aguirresarobe y/o Alberto Iglesias,
- Un momento de insuperable vergüenza ajena,
- Que todo el mundo diga que la más elegante es Goya Toledo,
y...
- Que salga un friki, con los dedos todavía pegajosos de plastilina, y reciba el premio al mejor corto de animación.
Las cosas son así.
Las galas son largas. En ellas sale un montón de gente a la que no conoces. Y cuanto menos te interesa el premiado, más familia tiene.
Pero, así como una actriz famosa, o un director, sabe que el año siguiente, si todo va bien, alguien le volverá a invitar a la gala, ese pobre friki de la plastilina posiblemente sólo tendrá una oportunidad de pisar esa alfombra en toda su vida.
Una oportunidad en toda su vida.
Y este año, los chicos de la Academia se la acaban de quitar.
(Si, como yo, créeis que unos Goya sin cortometrajistas son como una boda sin barra libre, podéis firmar aquí, una especie de carta de protesta a la Academia del Cine.)
Muchas gracias a Jonás por la información. Más posts sobre el mismo asunto en el blog del Pianista, en el de Vigalondo y en el de Sigfrid Monleón también. Sigfrid hace aquí un buen repaso por la historia del corto en España.
Etiquetas: cine español, cortometrajes, premios Goya